Iluminemos México


No era una reunión cualquiera, no era una junta de trabajo común, el rumbo de México estaba en la mesa:

“Debemos ir, no sólo como un medio de comunicación para los chavos, por nosotras, por nuestras familias, nuestros hijos, por los chavos también…porque tenemos que alertarlos… y ¡caray! por Nuestro México”.



Todos estuvimos de acuerdo. Es la huida más importante que hemos realizado, una huida que nos exigía fuerza, entereza, coraje, determinación, pero sobre todo el corazón lleno de fe… Una huida para Iluminar México… nuestro México.

La cita: 6:00 de la tarde; el lugar: uno de los puntos más emblemáticos del Distrito Federal: El Ángel de la Independencia. Ahí estaba esperándonos; majestuoso, como si hubiese emergido ese día del centro de la tierra y se mostrase en todo su esplendor altivo y orgulloso, siempre mirando hacia el centro de la ciudad; como señalándonos el camino a nuestro destino final. Miles de personas estábamos ahí aquel 30 de agosto, rostros desconocidos, endurecidos por el dolor o la impotencia o el hastío; pero unidos en este sinuoso camino que ha enlutecido tantos corazones.

Vestidas de blanco, con nuestras Huidas en el pecho y México en el corazón; iniciamos el recorrido más silencioso y solemne que hayamos hecho en los últimos meses, retraídas; caminando lentamente pero con los pasos más firmes jamás dados, convencidas de que ese camino era EL CAMINO. Ahí estaban las historias de muchos mexicanos, como tú y como yo; un señor levantaba una pancarta que decía “Me asaltaron, me dieron un balazo y hoy están libres”, el rostro de un bebé en la camiseta de su madre que decía “ayúdame a volver a casa, hoy tengo 16 años”… Un padre que perdió a su hija hace dos años en un secuestro; una madre que busca los restos de su hijo al que secuestraron y mataron desde el 2005, un padre que pedía ayuda para pagar el rescate que los secuestradores le exigían; “a penas si saco pa’l día señorita” me dijo sollozando; miles de mexicanos con el dolor a cuestas. Comenzó a caer lluvia y ni así deteníamos la marcha; “debemos seguir, no se detengan” decía la gente mientras avanzábamos.

Nos acercábamos al Zócalo rodeadas de un fuerte dispositivo de seguridad, y de repente el silencio se rompe “México quiere paz” grito alguien… “México quiere paz” escuchamos de nuevo y las voces se fueron uniendo; una a una. Y nosotras hicimos lo propio: “México quiere paz” gritamos con todas nuestras fuerzas hasta que sentimos que la garganta se nos desgarraba; esperábamos que nos escucharan hasta el último rincón del Zócalo, de la colonia… de todo México. Más gritos “México” por un lado; “seguro” contestábamos. “México seguro”, México seguro”, ¡más fuerte, “México seguro”! El corazón se me salía del pecho con cada grito. Esa tarde todos los que nos reunimos ahí éramos hermanos, compañeros del mismo dolor; compañeros de celda; Sí, de la celda en nuestras casas que ha puesto la delincuencia y aquella tarde todos, léelo bien TO-DOS, habíamos cruzado las rejas de nuestras casas, los barrotes en las ventanas para enfrentar el miedo y reunirnos ahí, como hace 4 años lo habían hecho los mismos mexicanos.

Llegamos al Zócalo empapadas y cuidando, como si en ello se nos fuera la vida, nuestra vela blanca, nuestra vela que encerraba todas nuestras esperanzas, nuestra fe; pero también todo nuestro coraje e indignación.
Ahí estaba el Zócalo con la bandera más bonita del mundo ondeando para nosotros. Los gritos se hicieron más fuertes, más constantes, más crudos: “Si no pueden, que renuncien”; una frase con la que Alejandro Martí había enfrentado cara a cara al Gobierno después de la muerte de su hijo Fernando, víctima de sus secuestradores, y que marcó a todos los mexicanos.

Hicimos un círculo para encender las veladoras que aún permanecía apagadas, los minutos pasaban rápidamente, la plancha del Zócalo se lleno de vida blanca, los encendedores comenzaron a pasar de mano en mano, para que a las ocho en punto de la noche todas las velas estuvieran encendidas.

Más gritos, más consignas, más exigencias… "México quiere paz", "México seguro", "Si no pueden que renuncien"… a las 8:30 en punto repican las campanas de la catedral y todos guardamos silencio; ahí estaban gritando por todos nosotros la Doña, La castigada…… todas haciendo eco de la canción que a más mexicanos ha hecho llorar en un minuto: El himno Nacional.

Todos estábamos llorando, miré a mi alrededor y no había una sola persona que no entonara el himno con gran orgullo y los ojos llenos de lágrimas. Se nos cortaba la voz pero seguíamos cantando con todas nuestras fuerzas y llorando con todo nuestro corazón.

Esta marcha, chavos, es un parte aguas en el rumbo del país y demuestra que nadie esta exento de ser víctima de la delincuencia, demuestra que no sólo le puede pasar a los Martí; también a los Pérez, los López, los Rodríguez: gente como tú y como yo. Esto significa que tenemos que cuidarnos, hacer conciencia de lo que hacemos cada día y eliminar las situaciones o costumbres que nos hacen blanco de la delincuencia, despertar ese sexto sentido que nos alerta en una situación riesgosa, significa que debemos ser cuidadosos con la información que portamos en la cartera, en la mochila y hasta páginas de Internet que visitamos y en las que dejamos información; esta marcha demuestra que cuando los mexicanos honestos y trabajadores, nos organizamos logramos grandes cosas.


Estamos aquí porque queremos un México seguro, con paz; porque no tenemos que vivir encarcelados por la delincuencia; estamos aquí por Fernando Martí que se convirtió trágicamente en el "hijo de México"; en el espejo en el que nos hemos visto miles de mexicanos: con miedo en la obscuridad, con nuestros sueños truncados. Estamos hoy aquí por todos los padres que han tenido que pasar por el doloroso trueque de la vida de un hijo y han visto sus vidas oscurecerse, por los que han sufrido asaltos, por las madres que han perdido a sus hijos, por los que han vivido secuestros, por los que han sido asesinados, por los que no salen de casa por miedo a no volver. Estamos aquí porque somos MEXICANAS, porque amamos y creemos en nuestro país, estamos aquí porque no queremos que se repita la historia de Fernando, porque queremos salir a la calle, al parque sin miedo y disfrutar de nuestros hijos, estamos aquí porque queremos UN MÉXICO SEGURO

(texto escrito en una servilleta mientras encendíamos nuestras velas)

En memoria de Fernando Martí Haiat (QEPD)

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